Las levaduras, los hongos y las bacterias han sido empleadas durante siglos para modificar la alimentación humana. Esta tradición, lejos de desaparecer, está más presente que nunca. Los fermentos aparecieron cuando surgió la necesidad de almacenar comida y, con el tiempo, el hombre se dio cuenta de que no solo conservan los alimentos, sino también le dan otros sabores.
Los años de estudios demostraron que el proceso de fermentación le añade propiedades a ciertos alimentos. De este proceso de ensayo y error nacen, por ejemplo, la cerveza y el vino, los fermentados más conocidos y consumidos en el mundo. Otro punto que contribuyó a este desarrollo es la invención del microscopio, el cual reveló la existencia de microorganismos, los cuales participan en la descomposición y fermentación.
Hoy en día, consumir alimentos fermentados tiene bastantes beneficios para nuestro cuerpo. Entre ellos, tenemos al número de enzimas que contienen, las cuales ayudan al organismo a absorber nutrientes. Además, encontramos el alto contenido en probióticos, bacterias buenas que contribuyen a restaurar la flora intestinal, el sistema digestivo y benefician al sistema inmunológico.
Nuestro cuerpo tiene cerca de 1,3 bacterias por cada célula, lo cual se denomina microbiota o microbioma humano. Ahora bien, los alimentos probióticos, presentes en fermentos y ciertos suplementos, son ricos en en microorganismos que nutren el microbioma.
Los expertos en nutrición coinciden en señalar que los probióticos ayudan a mantener el equilibro entre las bacterias dañinas y las no patógenas, además de que refuerzan la barrera que impide que los microorganismos patógenos ingresen al sistema sanguíneo.
Por todo ello, debemos incluir los alimentos fermentados en nuestra alimentación diaria. Las vitaminas y minerales que recibirá nuestro organismo por cada ingesta tienen numerosos beneficios. En primer lugar, tenemos a la vitamina C, la cual ayuda a los huesos y articulaciones mediante la formación del colágeno y tejidos. Esta se encuentra en fermentos de repollo, col rizada y acelgas, entre otras.
En segundo lugar tenemos a la vitamina k2, la cual regula la coagulación sanguínea y es indispensable para el mantenimiento de la salud ósea. La vitamina k2 tiene funciones estabilizadoras y antioxidantes para el organismo, puesto que transmite mensajes entre células. Este compuesto se halla en fermentos del natto, una forma de soja fermentada.
Los fermentos también contienen vitaminas del grupo B. Por otro lado, debido a que nuestro organismo tiene bacterias que son beneficiosas y mantienen un equilibrio, el exceso de higiene, antibióticos y medicamentos atentan contra el microbioma, el cual es una especie de ecosistema que tiene que mantenerse regulado.
Expertos sostienen que la eliminación del proceso de fermentación ha causado problemas en algunas personas. Por ejemplo, el pan solía fabricarse con masa madre, en cuyo proceso de fermentación se reproducen las bacterias que se alimentan del gluten. El uso de la levadura industrial ha ocasionado que se elimine la fermentación del pan y aparezcan problemas como la intolerancia al gluten.