El aumento de patógenos en las aguas, una de las posibles consecuencias del cierre de edificios por el COVID-19

Que centros educativos, deportivos o relacionados con la hostelería permanezcan cerrados puede acarrear consecuencias de las que poco se habla, al margen de lo positivo de evitar aglomeraciones y contactos para prevenir el contagio. Usar las instalaciones conlleva también cuidarlas, y esta falta de mantenimiento fruto del necesario y temporal abandono puede tener, decíamos, otros efectos.

Uno de ellos atañe a la calidad del agua, pues aquella que se deja reposar en las tuberías durante un periodo de tiempo más o menos prolongado puede contener altas cantidades de metales pesados y patógenos. Es precisamente lo que está investigando la Universidad de Purdue, en Indiana (EE.UU), que ya ha comenzado un estudio de campo para medir el impacto del cierre de edificios en la calidad del agua.

De hecho, el profesor asociado de Ingeniería Civil y Mediambiental de la misma universidad, Andrew Whelton, explica a los medios que no diseñamos edificios para que permanezcan cerrados durante meses. Cabe preguntarse, pues, por tales efectos y por cómo se podría ver alterado su uso habitual una vez se produzca la apertura.

 

La investigación en marcha

Whelton y los investigadores involucrados pretenden hacer llegar unas recomendaciones basándose en otros estudios sobre el estancamiento de aguas, pero hasta el momento no se ha realizado ninguno que tenga como objeto específico los edificios cerrados. Y es que la situación, como sabemos, es nueva.

Con el estudio de campo se pretende arrojar sobre el asunto, y en su marco se están recogiendo muestras de tres edificios para rastrear la temperatura, el oxígeno, los metales pesados (como el plomo y el cobre) y a las comunidades bacterianas que habitan las tuberías.

Se observa con especial atención al patógeno Legionella pnuemophila, que  causa una neumonía bacteriana. Muchos hospitales ya tienen planes específicos para combatirla, pero el estudio de la Universidad de Purdue podría determinar con qué frecuencia y cómo se deben limpiar las tuberías.

No todos las bacterias presentes en las tuberías con patógenos, claro, de manera que la observación de cambios químicos y biológicos abarca mucho más.

 

El trabajo de los laboratorios

Al margen de las consecuencias que pueda tener el cierre de edificios por la amenaza del SARS-CoV-2, el análisis y control de agua no solo es necesario, sino obligatorio. Por eso existen los laboratorios especializados que tienen en cuenta distintos parámetros de análisis del agua, con el objetivo de conservar su calidad y que no suponga un riesgo para la salud pública.

Los laboratorios ayudan a que se cumpla el protocolo adecuado en todo tipo de aguas para cualquier establecimiento público o privado, de forma independiente al sector al que se adscriba su actividad. Una de sus tareas más relevantes es el análisis de aguas potables, donde se ponen en marcha parámetros de carácter físico-químico, como el microbiológico. Las analíticas se realizan sobre el agua de grifo para el consumidor, pero también se controla la red y el depósito de distribución.

Las industrias alimentarias, centros de bienestar como balnearios, agricultores y ayuntamientos son las que más suelen encargar este tipo de estudios, aunque los particulares también se preocupan por medir la calidad de sus aguas.

La importancia de garantizar la calidad del agua

Entre la normativa que vela por que se produzca el cuidado de los sistemas y procesos de tratamiento de aguas, está el Real Decreto 140/2003, de 7 de febrero, por el que se establecen los criterios sanitarios de calidad del agua de consumo humano. En su artículo 5 recoge los criterios de calidad del agua de consumo humano: debe ser salubre y limpia. Esto quiere decir que no debe contener ningún microorganismo, parásito o sustancia en una cantidad o concentración suficiente como para suponer un riesgo para la salud humana.

La actividad que realizan los laboratorios, que prestan un servicio indispensable, se extiende también a los pozos, pues su agua se utiliza para el consumo, regadío, ganado o piscinas. Hacerlo sin control podría acarrear resultar perjudicial para la salud.

Provenga de pozo o no, el análisis de agua de riego también es importante, y uno de los parámetros primordiales de la agricultura. Se han de valorar los factores de calidad del agua y su salinidad, a fin de determinar si es adecuada para el uso agrícola. Y es que, además de la salud, podría suponer un riesgo para la actividad económica en sí misma.

Otro tipo de aguas a analizar regularmente son las residuales, tanto consecuencia del uso doméstico como las aguas urbanas y los residuos líquidos de origen industrial que puedan afectar a personas y animales. Es necesario garantizar que estén libres de desechos contaminantes.

Con todo, si la calidad de aguas implica una vigilancia obligatoria, más aún en el contexto de crisis sanitaria, pues quedan por conocer las consecuencias del cierre de edificios y el descuido temporal de los edificios. La actividad que realizan los laboratorios es fundamental, pues brindan apoyo técnico para garantizar la calidad.

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