Así como dicen que somos lo que comemos, mucho más cierto es que somos como llegamos a querer a todos y todo por igual. Porque la ecología no es nada más la naturaleza, somos nosotros también que mientras más la respetamos, más nos da. Cuidar el planeta como terapia es cumplir con nuestros deberes ciudadanos y más grande aún, con nuestros deberes como seres humanos.
Nadie puede pedir que las cosas funciones sin ser parte del conglomerado que aporta no haciendo daño y sí ayudando aunque sea de manera subrepticia. La sensación de satisfacción a menor mayor escala, nos va alejando de resentimientos, sinsabores, beligerancia y la terrible indiferencia que atenta contra nuestra capacidad de estar con los demás, transformándonos en seres asociales y aislados que lentamente van socavando a su fuerza mental, como física y espiritual.
Cuidar al entorno es solazar el espíritu, recuperar la confianza, ser parte de la solución; así, no esperará que los demás vengan con sus planes estándar para el mejoramiento ambiental, por el contrario, desde su propio lar se levantará como un bastión que impulse un entorno agradable para sí mismo y las comunidades, donde pase lo que pase, cumplirá un ciclo de mejoramiento urbano o rural que por igual será beneficioso para el medio ambiente… ¡y el ciclo continuará!
Bien dice nuestro amigo y consultor Hugo Filippe, psicólogo que todos los seres humanos somos piezas de defensa y ataque contra los males que puedan aquejar a la ecología, incluso contra nuestros congéneres que necesitan la guiatura instruccional y ejemplar, incluso legal, para frenar sus atentados micros o macros contra el ambiente. Nuestra mente, actitudes y sentido de pertenencia en franca armonía, salvaguardarán al mundo.
Cuidar el planeta como terapia
Así como existen personas a las cuales el minimalismo en sus hogares u oficinas les brinda calma y claridad para desenvolver sus funciones comunes y la creatividad, también existen quienes extrapolan esa misma visión al mundo entero.
De allí parte que se avoquen a:
– La limpieza de las aguas para asegurarse de que la que llegue a su hogar sea óptima.
– Poda de árboles que garantice seguridad con los cableados, evitando incidentes que en menor grado corten el fluido eléctrico y retrasen sus labores (stress) o en mayor caso, afecten a alguna persona y destruyan su psiquis por sentirse culpables de no haber actuado a tiempo.
– Recolección de basura en canales, ríos y playas, transformándose en luchadores contra los desmanes de otros seres humanos y evitando que esto afecte al ecosistema por carencia de vínculos afectivos.
– Siembra y riego de flores tanto para armonizar el ambiente y crear algunos “santuarios” y donde además de cuidar el planeta como terapia de relajación, continúe la polinización, entendiendo a las abejas como vitales para la existencia humana.
La psicología ambiental
Desde la cumbre de Río en 1992, esta ha sido una especialidad que lleva los elementos anteriores –micros, pero jamás menos importantes- a macro, ajustando a gobiernos con las personas para que se sensibilicen e internalicen sus deberes de cuidar el planeta como terapia y como deber moral.
Esta aporta en base a los estudios de la interrelación surgida entre el medio ambiente y el ser humano; cómo influye el ambiente en las personas y a su vez –a manera de relación dinámica- en cómo los humanos interactuamos y brindamos modificaciones de todo tipo al medio ambiente.
La psicología ambiental brinda maneras de lógica emocional a los pueblos para que conozcan cómo mitigar el daño ambiental y así mejorar nuestros estilos de vida sin abandonar nuestras creencias y personalidades, en base al estudio de unas determinadas variables psicológicas como las siguientes:
– Las emociones y creencias de cada pueblo.
– Los valores y las actitudes de los ciudadanos, sea cual sea su entorno natural inmediato.
– Las conductas pro ambientales enseñadas, documentadas o tradicionales.
De éstos y demás elementos, la psicología ambiental nos enseña a cuidar el planeta como terapia de mejoramiento personal, que nos haga vivir de los elementos sustentables y a deslindarse de todo aquello que aún en demasía, le causa stress y nada de felicidad. Cuando se aprende a convivir con la naturaleza, la mente se reeduca para ser más provechosa, lúcida y feliz.