En pleno 2025, seguimos enfrentando un desafío climático urgente: el uso global de carbón continúa siendo una de las principales amenazas para el medio ambiente. El año anterior, 2024, batió récords con más de 8.600 millones de toneladas de carbón consumidas en todo el mundo, una cifra alarmante que equivale, en promedio, a una tonelada por persona. Esta realidad nos obliga a acelerar el cambio hacia un sistema energético más limpio, justo y sostenible.
Contents
El carbón: energía sucia con un alto coste ambiental
Aunque las energías renovables han crecido de manera notable en los últimos años, los combustibles fósiles —y en especial el carbón— siguen dominando la matriz energética mundial. Su quema es la mayor fuente de dióxido de carbono, responsable del cambio climático.
Según el Global Carbon Project, 2024 será recordado no solo por el consumo récord de carbón, sino también como el primer año completo en superar el umbral de 1,5 °C de calentamiento global, el límite establecido por el Acuerdo de París. Este dato refleja que la crisis climática se está acelerando, y que las decisiones actuales marcarán el rumbo de las próximas décadas.
La solución pasa por la energía verde
Aunque el panorama parece complejo, existen razones para el optimismo. Las energías limpias están creciendo como nunca antes. Solo en 2023 se instalaron más de 560 gigavatios de capacidad renovable en todo el mundo, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). No obstante, esta transición aún es desigual, tanto en tecnologías como en países, lo que demuestra que todavía queda mucho por hacer.
Una de las alternativas más efectivas es transformar el modelo energético actual —basado en grandes centrales contaminantes— en un sistema descentralizado y alimentado por fuentes limpias. Este es el camino que están liderando algunas empresas del sector renovable, como Holaluz, que impulsa un modelo basado en generación distribuida y autoconsumo con placas solares.
Generación distribuida: una respuesta eficaz al carbón
Aprovechar los tejados como puntos de producción energética es una forma directa de reducir el uso de combustibles fósiles. Este enfoque no solo permite a los hogares generar su propia electricidad limpia, sino que también contribuye a la descarbonización del sistema energético nacional.
En España, el potencial solar es enorme. Con más de 10 millones de tejados disponibles, tenemos la capacidad de generar energía suficiente para abastecer a millones de personas sin recurrir al carbón, el gas o el petróleo. A través de iniciativas como La Revolución de los Tejados, cada instalación solar es un paso hacia un país más independiente energéticamente y más respetuoso con el medio ambiente.
Descarbonizar la economía es posible
El impacto positivo de este nuevo modelo ya es evidente. Gracias al autoconsumo y al compromiso ciudadano, ya se han evitado millones de toneladas de emisiones de CO₂. Este esfuerzo colectivo demuestra que reducir la dependencia del carbón no solo es deseable, sino completamente factible.
Además de ser una medida ecológica, apostar por las renovables también es una decisión inteligente desde el punto de vista económico. La energía solar, por ejemplo, permite a los hogares reducir su factura de electricidad y protegerse frente a la volatilidad del mercado energético.
El momento de actuar es ahora
Frente a los retos que plantea el cambio climático, no podemos permitirnos mirar hacia otro lado. La transición hacia un sistema basado en energía renovable no es una opción de futuro: es una necesidad inmediata. Cambiar nuestras fuentes de energía es cambiar el mundo.
Ya no se trata solo de ahorrar, sino de tomar decisiones con impacto. Y en 2025, una de las decisiones más importantes que podemos tomar es dejar atrás el carbón y avanzar hacia un modelo más limpio, equitativo y sostenible.